jueves, 29 de abril de 2010

“Arguedas me dijo: Conserva, no quites ni agregues nada”


Perú 21

Sociedad | Mar. 27 abr '10

La Gala Andina reunirá a Julia Illanes, a Los Campesinos, a Manuelcha Prado y a Jaime Guardia, el excepcional músico pausino a quien Arguedas le dedicó Todas las sangres. Fecha: 5 de mayo. Lugar: Colegio Santa Úrsula. Entradas: Teleticket. Conversamos con el maestro Guardia.

Autor: Gonzalo Pajares C.

"Comencé a tocar el charango en 1944, mirando a mis amigos. Antes, los papás no querían que uno fuese músico, por su fama de bandidos, mataperros, y no nos dejaban acercarnos a ellos”. Jaime Guardia, el maestro total del charango en el país, nos habla de su primer encuentro con su instrumento esencial.

¿Y es cierto que son mataperros?
Eso dicen (risas). Yo soy tranquilo, de vez en cuando me he pegado a la bohemia, pero no mucho. Ah, pero la bohemia me sirvió de experiencia, allí es donde se aprende.

¿Por qué el charango?
Bueno, comencé con una quena y, luego, la guitarra. Seguí con el charango, pero me gustó porque, en mi pueblo, este instrumento lo tocan más los niños. Yo tocaba los tres instrumentos, pero me quedé con el charango porque es un instrumento más pequeño, manuable y de sonido muy tierno, dulce, de mucha sonoridad.

¿Quién le regaló su primer charango?
Yo no tenía, se lo gorreaba a los amigos. Así conseguí el mío: mi mamá estaba en Lima y me envió una encomienda, y allí había una pelotita de tenis. Yo la escondí pues a mi abuela no le gustaba que yo jugara. Escondí la pelotita y se la ofrecí a un primo que tenía un charango. “Te cambio mi pelota por tu charango”, le dije, y aceptó. Estaba feliz.

Le gusta el charango por su ternura y dulzura. ¿Usted es así?
Bueno, soy tranquilo y me gusta la música. Cantaba en las jaranas de mi casa, me pegaba a los músicos. Recuerdo que tenía cuatro años y me subían a una silla para que cantara. Allí aprendí canciones de las que no me olvido hasta ahora. Estos son los temas, tradiciones que trato de rescatar y difundir ahora. Por eso es que la mayor parte de mi repertorio es de aquella época.

¿Su voz es un instrumento que también necesita expresarse?
Sí, esa es la razón por la que casi nunca he cantado con grupos; siempre solo con mi charango o mi conjunto. Mi voz es un instrumento más.

Dice que su trabajo es de recopilación. ¿A su pueblo le gusta cantar más en la alegría o en la tristeza?
La música de mi zona es muy sentimental. Los huainos tienen tres motivaciones: la ausencia, el amor y la muerte. También hay tres elementos fundamentales en el huaino: tiene música, poesía y danza. El yaraví es triste, pero no es bailable. Claro, también hay huainos alegres, jocosos, con letras satíricas. Pero, ojo, con el huaino triste también el pueblo baila, canta y llora al mismo tiempo.

¿Por qué es capaz de bailar sus tristezas?
Porque es la expresión de su alma, del alma indígena.

Uno tiende a pensar que el andino es un hombre triste…
No es así. Solo que, a través del huaino sentimental, desfoga todo lo que tiene adentro. Le doy contraejemplos: en Huamanga hay huainos satíricos, divertidos… hasta cuando hablan, los huamanguinos parece que nos contaran un chiste. Hay, en cambio, otros pueblos más poéticos. Puquio es alegre; Parinacochas, sentimental y nostálgico.

¿Le enseñó algunos huainitos a Arguedas o al revés?
Ambos aprendimos uno del otro. Arguedas cantaba muy bonito. Él vivió en el campo; de ahí su sensibilidad. Yo lo conocí en el coliseo Lima. Había ido a verme. Era un hombre blanco. Se me acercó emocionado y me abrazó. Me preguntó de dónde era. Se hizo mi amigo, me dio su confianza y me impulsó a mantener mis características musicales: “Conserva, no quites ni agregues nada, sigue así”, me dijo. Después agregó: “Hay que cuidarse de los empresarios, de los comerciantes. Esos son los diablos que malogran nuestra música. A ellos solo les interesa el dinero. Sigue así y serás grande”. Y yo seguí, hasta ahora, sus consejos.

¿Cómo lo llamaba usted?
'Doctor’, siempre con respeto. Él me decía: “No me digas doctor, somos amigos, me da vergüenza que me llames así”. Pero yo no podía.

Le dedicó Todas las sangres…
Me dijo: “Esto lo he hecho con todo el cariño y con mucho sentimiento, porque tú te lo mereces”.

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